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Espacio Historia del Arte

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viernes, 30 de marzo de 2012

El Cristo de la Buena Muerte (Sevilla)


Con motivo de la próxima Semana Santa, este año he seleccionado un icono significativo, de esta celebración religiosa. Una escultura de máximo interés artístico; muy popular para los amantes del arte sacro de España. El Cristo de la Buena Muerte, de la Hermandad de los Estudiantes. Una efigie que impresiona, tanto a las personas creyentes como a los incrédulos. Siendo una gran oportunidad, el hecho de poder contemplarlo en la calle, en vivo y en directo, cada Martes Santo en Sevilla. Una cita anual, de la que pueden disfrutar todos los sevillanos, y la multitud de turistas, que en esta época, visitan esta famosa y bella ciudad.

El 13 de marzo de 1620, el padre Pedro de Urteaga, Prepósito General de la Casa Profesa, de la Compañía de Jesús (de Sevilla), encargó al imaginero cordobés Juan de Mesa y Velasco (1583-1627), un Crucificado y una Magdalena. Ambas esculturas, hechas en madera de cedro y policromadas, fueron concluidas el 8 de septiembre, por el artista, en su taller de la ciudad hispalense; cerca de la Alameda de Hércules. Por estas tallas cobraría 150 escudos.

En principio, estas esculturas se instalaron en un retablo propio, con una finalidad devocional; siendo privilegio de una hermandad de sacerdotes. Estas imágenes sagradas no fueron destinadas a procesionar, en aquel tiempo. Ni siquiera en el siglo siguiente. Una terrible adversidad caería sobre la comunidad religiosa. En 1767, Carlos III (1759-1788) decretó la expulsión de los jesuitas, de todos los dominios de España. La Casa Profesa sería convertida en una universidad. Y el Cristo se consideró propiedad de la misma.

El 17 de noviembre de 1924, un grupo de alumnos y profesores de la Universidad Hispaliense; en concreto, de la Facultad de Literatura; en cuya capilla estaba depositado el Cristo; deciden unirse en una hermandad, que promoviera su culto. La unión hizo la fuerza; logrando salir a la calle, con el Cristo de la Buena Muerte; en su primera estación penitencial; el Martes Santo de 1926.

El 27 de febrero de 1983, en un traslado procesional, desde la Universidad a la iglesia de la Anunciación, por su Quinario anual, el Cristo sufrió un accidente; a la altura de la calle Plancentines. Debido a la caída, su cabeza se desprendió. Por lo cual fue necesaria su reparación. Durante ese proceso, el profesor Francisco Arquillo Torres descubrió un documento; en el interior de la cabeza cristífera; que registraba: “Ego fecit Joannes de Mesa, anno 1620”.

En 1985 los hermanos Cruz Solís, al intervenir la escultura, hallaron otro escrito; que determinaba su finalización, el 8 de septiembre de 1620. El Cristo volvería a ser restaurado, entre el 1 de junio de 1994 y el 9 de marzo de 1995, en el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, en Madrid.

El Crucificado mide 1,76 m. Presenta los tres clavos en una cruz arbórea. La herida en el costado derecho y la cabeza rendida hacia la diestra; siguiendo la prescripción evangélica: “Cuando hubo gustado el vinagre, dijo Jesús: Todo está acabado, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19, 30). Es una composición triangular y convenida; que sobresale por el gran realismo; en el tratamiento del cuerpo muerto; que se desploma, tirando de los clavos de los brazos, mientras las piernas se arquean; resaltando el característico paño mesino
 


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