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Espacio Historia del Arte

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viernes, 1 de marzo de 2013

El Cristo de La Laguna - Más allá de la versión oficial


Sinceramente concebía este tema como un deber ético; una manifestación que tenía pendiente. Y no he podido realizar este artículo antes; porque yo estaba reuniendo los datos necesarios, mientras me ocupaba de otros asuntos artísticos. Escribir sobre la imagen del Cristo de La Laguna es una tarea difícil; porque tocas el “corazón” de la religiosidad popular. Una efigie sacra que mueve una gran devoción en el ámbito católico; lo cual supone: que cualquier cosa que refieras, puede ser utilizada en tu contra, o a tu favor; según se incline la balanza de la comprensión ciudadana.

Es necesario ser atrevido y apartar al grano de la paja; al raciocinio de los sentimientos, y a la realidad de la imaginación. Y esto duele y abre muchas heridas en cualquier parte. Los historiadores somos vistos como unos seres objetivos, fríos y calculadores, que dudan de todo; si no hay pruebas irrefutables. No obstante, todos no practican este método, y cada época ha tenido sus propios testimonios escritos; que muchas veces; por basarse en un criterio de autoridad, había que creerlo y punto. Y no era aceptable debatirlo, ya que supondría un acto de insubordinación.

Existen muchos libros y artículos en los que se ha tratado de alguna manera, el origen y la llegada de la imagen del Cristo a Tenerife. El problema está en la disparidad de versiones (de varios autores); combinadas a partir de las primeras; rodeadas de elementos “ilusorios” y “milagreros”; que no aclaran su verdadera historia; sino que amplifican la literatura religiosa. Por si esto fuera poco, hay que sumar: la falta de documentos inéditos de fines del siglo XV y el primer cuarto del XVI; que duermen en los archivos (canarios o foráneos); y en algunos baúles, de los coleccionistas de “reliquias” del pasado; que podrían aportar noticias relevantes, acerca de esta escultura emblemática.

En las últimas décadas, la efigie ha sido vinculada, al estilo gótico tardió de los Países Bajos. Esta línea comparativa; basada en análisis formales; con otros crucifijos; comenzó con el profesor J. Yarza (1980 y 1993); seguido por C. Negrín (1994) y F. Galante (1999). La profesora Negrín consideró el origen brabanzón de la talla, y lo adscribió al taller del escultor Jacob van Cothem; que trabajó en Amberes, en la primera década del siglo XVI. Aunque también podría ser obra de un artista influido por Cothem. Referente a su cronología, a lo largo de la historia, se han fijado varias suposiciones: 1498 (según Peña), 1510 (Moure) y 1520 (Bonnet). Las teorías modernas: en la primera decena del XVI (Yarza y Negrín) y 1514 (Galante).

En la obra El Cristo de La Laguna-Un asesinato, una escultura y un grabado (1999), el profesor F. Galante divulgó el contenido de un legajo del siglo XVII; que le fue revelado, por ciertas personas del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. Relatando los avatares de Jacinto Domenech Benítez y Valera; descendiente de Juan Benítez de Lugo. Afín a la versión quimérica de Casanova; rubricada por un escribano. Además, Galante interpretó unas letras “misteriosas”; del perizoma del Crucificado: “*PIFLDRVLE*VXIIII”. Y las traduce así: “Piadosamente la hizo L[ouis] Der Vule (Uule?), 1514”. Opinando, que son el autor y la data de fabricación; sin aportar datos relativos al hipotético “artista”. En cambio, sí deslució el trabajo de una especialista; e incluso, planteó la restauración del Cristo; indicando el método preciso. Y ocultó la otra alternativa, que meditaba la Delegación Diocesana para el Patrimonio Cultural de la Iglesia.

El 29 de septiembre de 2002, se publicaron unas opiniones controvertidas, en el periódico El Día. El esclavo mayor Juan J. Pérez reconocía que la Esclavitud, no permitiría que el Cristo fuera restaurado por cualquiera, y que no habían restauradores en Canarias. Lo que demostraba su ignorancia en la materia. Después, le contestaría la doctora Carmen Bermúdez Sánchez (de la Universidad de Granada), asegurando que en Canarias, sí habían profesionales preparados. Asombrosamente sus palabras no hicieron eco. Cayó un telón de mutismo absoluto durante años; hasta que la orientación “galanteana”, prevaleció por encima de cualquier otra.

El Cristo de La Laguna, antes y durante la restauración.

El proceso de restauración se inició el 24 de noviembre de 2011. Y tuvo una duración de 112 días. Siendo primordial la “limpieza” y el tratamiento de las fisuras; que ponían en peligro la estructura de la talla. La tarea fue realizada por un equipo técnico, perteneciente al Instituto Real de Patrimonio de Bruselas. Este grupo aterrizó en Tenerife, con su método “indiscutible” debajo del brazo, y con el beneplácito de los promotores. La imagen cristífera se presentaría al público: el 22 de marzo de 2012. El coste total se valoró en 150.000 euros. Una cantidad desorbitada; reunida entre fondos voluntarios de la ciudadanía, Ayuntamiento de La Laguna y Cabildo de Tenerife.

Los defensores de este caso, para justificar y convencer a los ingenuos, arguyen: que se ha recuperado la policromía original, de hace más de 500 años. ¿Habrán inventado una máquina del tiempo? Los perspicaces sabemos: que la composición de los colores sufre un cambio físico-químico (durante siglos), por agentes externos e internos. Y las sustancias grasas (barnices o aceites) tienden a oscurecerse. Por lo cual, su color primigenio no pudo ser tan claro como el actual. Así ha desaparecido la pátina histórica. ¿Por qué no se buscó un término medio? Por ejemplo, una laca matizada, de tonalidad lignaria.

La conversión efectuada a la escultura me parece ilógica; porque utiliza dos criterios de restauración combinados. Lo explico: la cabeza recibió ciertos retoques pictóricos, en los rizos del cabello; pero no se atrevieron a “rellenar” zonas puntuales, en el costado derecho; cerca del estigma. Esto se puede comprobar en la fotografía. Véase que está el color natural de la madera interna; cubierta por una cera. ¿Por qué se preocuparon tanto de la cabeza y no del costado? Con lo que cobraron, podrían haberlo concluido; como hacen otros restauradores. Y no dejar elementos visibles e incompletos. Siendo algo estéticamente indecoroso. Ya que el público verá el deterioro; de la falta de policromía; cuando se aproxime al Crucificado.


La restauración del Cristo no ha sido “maravillosa”; sino que fue una intervención radical. Un contraste como la noche y el día. Tengo clavado en la memoria, el clamor de una mujer: “¡Al Cristo lo han cambiado! ”. Desde la ventana de una casa, en la calle San Agustín; el Viernes Santo 6 de abril de 2012; mientras la gente murmuraba el impacto. Y otros devotos lloraban; porque les habían “arrebatado” la imagen de su Cristo “moreno”. Estas cosas no salieron en la prensa local. Nadie se preocupó de los feligreses; ni hubo consenso con ellos.

Me habría gustado que el Cristo hubiera sido mejorado por alguna restauradora, o algún restaurador de Tenerife. Sin embargo, el “complejo isleño” de las “autoridades”, tuvo que traer de fuera, a unos “técnicos insólitos”. Y es lamentable que las “cuestiones artísticas”, estén en manos de una minoría; mientras que el pueblo llano, no tenga poder ni voto en estas cosas.